La protesta por el transporte público se ha convertido en una constante en distintas zonas del área metropolitana de Monterrey. Lo que comenzó como quejas aisladas en redes sociales ha escalado hasta llegar a manifestaciones en calles y avenidas, con estudiantes y vecinos que decidieron plantarse frente a camiones o bloquear vialidades para exigir un servicio digno.
El hartazgo se refleja en acciones directas: jóvenes que se arriesgan en plena vía para frenar unidades que ignoran las paradas y colonos que bloquean avenidas principales como medida de presión. Los reclamos apuntan hacia un sistema de transporte público que, lejos de mejorar, parece hundirse en el desorden y la desatención.
Protesta de estudiante frente a ruta
Uno de los hechos más comentados ocurrió en Apodaca, cuando una estudiante de la UANL se paró frente a una unidad de la Ruta 213. El camión, identificado con el número económico 2343, circulaba por la Avenida Pedro de Alba y, según denuncias, se negó a detenerse en una parada oficial dentro del campus.
La joven, cansada de que los operadores ignoren a los pasajeros, decidió pararse frente al vehículo para obligarlo a detenerse. Durante varios minutos, el chofer avanzó y retrocedió intentando intimidarla, pero ella no se movió. Finalmente, el operador abrió las puertas y permitió que subiera, aunque de inmediato aceleró y dejó a otros estudiantes varados en la parada.
Este episodio se convirtió en un símbolo del enojo de la comunidad universitaria, que diariamente enfrenta retrasos, largas esperas y choferes que no cumplen con detenerse en los puntos autorizados. Para muchos, lo sucedido en Apodaca representa una fotografía de la crisis que vive el transporte.
Usuarios del transporte público truenan y protestan con cierres en la vialidad al señalar que camiones no se detienen para abordarlos.#ElNorteLocalhttps://t.co/HXfQSeUqj9 pic.twitter.com/mCaKCMHTnm
— elnortelocal (@elnortelocal) August 19, 2025
Vecinos bloquean calles en Monterrey
Ese mismo día, al poniente de Monterrey, colonos de la Colonia San Jorge bloquearon por varios minutos la intersección de Ruiz Cortines con San José. El motivo fue el mal servicio de la Ruta 38 y de otras líneas como la troncal Lincoln-Ruiz Cortines.
Los vecinos denunciaron que los camiones pasan de largo sin detenerse, incluso cuando hay pasajeros esperando en paradas oficiales. La acción fue organizada con el apoyo del colectivo Voz de los Usuarios, que difundió videos en redes sociales mostrando cómo los ciudadanos impedían el paso vehicular para llamar la atención de las autoridades.
Los testimonios señalan que este problema no es nuevo, sino parte de una dinámica diaria en la que choferes se niegan a abrir las puertas o circulan con exceso de velocidad, dejando a decenas de personas sin poder abordar.
Hartazgo y desconfianza creciente
La protesta por el transporte público no es un hecho aislado, sino la expresión de un malestar acumulado. Estudiantes, trabajadores y vecinos coinciden en que el servicio es cada vez más deficiente. La falta de unidades, la poca capacitación de choferes y la ausencia de supervisión son señaladas como causas directas del problema.
En redes sociales abundan denuncias de rutas como la 311-Madre Selva o la 23-Cedros, que también incumplen con detenerse en paradas oficiales. Los usuarios aseguran que la situación empeora en horas pico, cuando los camiones van saturados y muchos optan por pasar de largo sin levantar pasaje.
La sensación generalizada es que las autoridades estatales no han logrado garantizar un transporte funcional. Cada nueva queja refuerza la percepción de abandono, y la falta de soluciones inmediatas ha llevado a los ciudadanos a organizarse por su cuenta.
El desafío para las autoridades
El crecimiento de la protesta por el transporte público representa un desafío directo para las autoridades de Nuevo León. La ciudadanía exige que los operadores respeten las paradas, que se incremente la supervisión y que se sancione a quienes incumplen con su labor.
A nivel estatal, los proyectos de expansión del Metro y la implementación de nuevas rutas siguen en proceso, pero no resuelven los problemas inmediatos que enfrentan quienes dependen del transporte para llegar a sus escuelas o trabajos. Mientras tanto, las calles se convierten en escenarios de inconformidad, con bloqueos y actos de resistencia que exigen ser escuchados.
La crisis en el transporte público ya no se limita a un tema de movilidad: se ha transformado en una expresión de la desconfianza hacia el gobierno y en un recordatorio de que la paciencia de la ciudadanía tiene límites.
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